Hace dos mil años, en la convulsa Judea sometida al
Imperio Romano, hubo un profeta que
predicó por aquellas áridas tierras. No sabemos lo que predicó, y casi seguro
nunca lo sabremos. No escribió nada conocido hasta hoy, y los relatos de su
prédica son muy posteriores a su muerte. Los escribieron personas que no lo
habían conocido y de los que tampoco nada cierto se sabe. Ese predicador, al
que llamaron el Cristo, que en
griego es más o menos el equivalente a el
“Ungido”, probablemente fue ejecutado por los romanos, por causas
desconocidas. Murió crucificado, que era una de las formas de ejecución más
habituales de los romanos.
Un pequeño grupo de sus seguidores se negó a aceptar su
muerte, tal vez porque habían depositado demasiadas esperanzas en él, y creyeron
que había resucitado. Pocos años después de este acontecimiento, un judío romanizado
conoció a esos leales adeptos. Poco le importó el “mensaje” de su Mesías.
Seguramente no le servía para sembrar la semilla de una religión de ambición universal, apta para
los gentiles, las enseñanzas de un profeta que vivió en el marco espiritual de la religión del Pueblo Elegido: el judaísmo.
Ese judío romanizado se llamaba Pablo de
Tarso y la planta que creció se llamó cristianismo, aunque muy bien se
podía haber llamado “pablismo”. Dos milenios después pocos iconos hay más
universales que el los del judío agonizando en la cruz. En realidad poco
importa lo que enseñó el pobre campesino o carpintero judío. Lo que importa es la
realidad histórica que ha supuesto el
cristianismo, a lo largo de dos mil años en Europa y desde hace quinientos años
en América.
No se trata de resumir en unas pocas líneas un
fenómeno tan largo en el tiempo como extenso en su ámbito geográfico como ha
sido el cristianismo. Para esta función hay muchos y buenos libros. En esa
historia hay luces, sombras y bastante sangre, mucha sangre. El cristianismo ha
tenido su crecimiento, apogeo, decadencia y muchas de sus creencias viven el
ocaso de todos los fenómenos humanos. Desde los decretos de los emperadores
romanos Constantino y Teodosio se convirtió en una religión de Estado. Situó su capital en Roma. Desde allí el Supremo Pontífice ha dominado, cual
emperador espiritual, la conciencia, y lo que es más importante la vida de
millones de hombres a los largo de los siglos.
España como Italia, Portugal, Irlanda o Polonia han
vivido y sufrido con particular intensidad el poder de Roma. En nuestro país
sólo desde fechas muy recientes el catolicismo se ha empezado a convertir en
una respetable creencia privada y no en el rector de la vida civil de los
españoles. Aún queda camino que recorrer pues ese fúnebre icono del Crucificado figura en colegios
públicos, ceremonias de autoridades civiles; en demasiados lugares. La Iglesia
católica todavía controla parte de la enseñanza pública, a través de la
enseñanza concertada, goza de exenciones fiscales; y sobre todo recibe generosas subvenciones con las que mantener la
burocracia eclesiástica. La obra iniciada por Mendizábal en 1836 está inconclusa.
Pero la maldición de la agobiante presencia
religiosa en la vida civil no se acaba con la imparable decadencia del
catolicismo. Incrustados en nuestras comunidades y al otro lado del
Mediterráneo, el mismo Dios de los
cristianos, el del Génesis, versión mahometana, rige la vida y costumbres de millones de hombres
En nombre de Alá , forma hispánica de referirse a la palabra árabe Al-lāh que significa Dios,
se asesina a poblaciones enteras, se devuelve a la mujer a la esclavitud
medieval, se coarta las libertades civiles…. El rosario de guerras civiles,
religiosas, y políticas, al mismo tiempo, que desangran los países árabes nos
recuerdan a donde lleva el fanatismo religioso y los males que generan las
creencias religiosas cuando dejan de ser legítimas opciones personales y pretenden ser el sustento de las leyes civiles.
Es triste reconocerlo pero la ilusionante “primavera árabe” se ha convertido en
el otoño de las ilusiones de un mundo árabe democrático y en paz.
En los años sesenta surgió como alternativa a la
pobreza y la desigualdad social de muchos países árabes el llamado socialismo
árabe. Ayudados económicamente y militarmente por la Unión Soviética el colapso
de ésta ha supuesto el final de ese socialismo árabe, que de todas formas había
ya degenerado en autocracias, con una fuerte presencia del Ejército. Muchos de
estos antiguos países socialistas viven hoy guerras civiles político-religiosas
como Irak y Siria o en el caos sin Estado como Libia. Es fácil observar el
crecimiento del fundamentalismo islámico en el mundo árabe, incluso en
sociedades otrora fuertemente laicas como la palestina Las clases medias
urbanas, bastión del laicismo en estos países, están acosadas por una marea
creciente de fanatismo islámico. Siendo realistas sólo el Ejército permite
que algunos países árabes como Egipto,
Argelia o Marruecos se mantengan relativamente estables, sin duda conformando
estados a los que difícilmente podríamos llamar democráticos. Esperemos que con
el tiempo evolucionen hacia la democracia, como al parecer es el caso, casi
único en el mundo árabe, de Túnez.
Pero lo que no debemos hacer, dejándonos llevar por una tolerancia mal
entendida, es permitir que en nuestros países se creen mini-califatos. El
“burka” es una aberración y en Occidente hombres y mujeres no vamos por la
calle encapuchados. Si en el menú de la comida de un colegio público un día hay
lomo con habas no se puede hacer una comida aparte para los niños islámicos por
razón de no se sabe que enseñanza del Corán. Los matrimonios concertados
atentan a la libertad individual del ser humano, que es la base de una sociedad
democrática Y así hay muchos ejemplos Acudan el viernes a la mezquita,
recen o lo que sea que se haga en las mezquitas, y mantengan en la intimidad
sus costumbres si así lo desean. Pero no exijan más. Han venido a Occidente
porque han querido. Y aquí nos ha
costado mucho acabar con las supersticiones cristianas para volver a empezar
con otras.
Lo que se llama tolerancia, a veces es una forma
benévola de esconder el miedo. Sin irme muy lejos recuerdo que hace un año o
dos hubo gran polémica en una falla en
Valencia porque habían reproducido al dios Shiva
o algún otro dios hindú. La colonia hinduísta en Valencia protestó
airadamente para que no se quemara. Finalmente no se hizo. Hubo en los diarios
locales discusiones sobre si debía prevalecer la libertad del artista fallero o
el respeto a las creencias religiosas de cualquier minoría. Yo de entrada
simpatizaría más con los primeros. Pero ¿en cuántas fallas se hacen “ninots" de Mahoma?¿o de Jesús el Nazareno? La libertad del artista o es total o no existe y
desde el momento que se admite una
auto-censura se pierde autoridad moral para reclamarla.
El miedo al fanatismo islámico no es exclusivo de
nuestras tierras. En una entrevista el director de la BBC británica fue
preguntado por un programa fuertemente satírico de la cadena con la figura de Jesús. A continuación le preguntaron si pensaba que era probable
que emitieran otro programa, de similares características sobre la figura de Mahoma. En un rasgo de sinceridad el
británico contestó que no.
Lo que pretendo recalcar no es ni una manifestación
de islamofobia , ni nada por el estilo. Estoy dispuesto a admitir que es
indemostrable racionalmente que una sociedad laica como la europea es superior
a una sociedad fundamentada en el cumplimiento del Corán. En aspectos
cuantificables como son el P.I.B por habitante o la ausencia de guerras parece
evidente la superioridad de Occidente. Sin duda un fundamentalista islámico, de
acuerdo a su jerarquía de valores, podría contestar que de nada sirve el P.I.B., o la paz, si se fundamentan en la impiedad y en no cumplir las reglas de
conducta del Corán. Pero los valores, que con sus variables nacionales rigen en
la Europa Comunitaria, son más o menos similares y son muy lejanos al Corán y
sus enseñanzas. El Corán podrá ser un libro de estudio y reflexión en las madrasas,
siempre que no se extraigan de esas lecturas reglas de conducta que lleven al
terrorismo, pero nada más y nada menos.
Como ya escribí anteriormente posiblemente la intolerancia creciente de las sociedades islámicas provenga
del fracaso de la adaptación a ellas de ideologías occidentales como es el
socialismo, del rencor hacia Occidente como consecuencia de los agravios sufridos por esos pueblos por el
colonialismo europeo, de la implantación en el corazón del mundo árabe de un
Estado ajeno y hostil como es Israel…. Muchas deben ser las causas y
seguramente todas verdaderas. Pero la consecuencia es una religión que se
parece a lo que fue la cristiana en la Europa de los siglos XVI y XVII. En
años, tal vez en siglos, la religión se retire de la vida pública a la conciencia de los hombres de esos países.
No estoy seguro si esta evolución es compatible con los principios básicos del
Islam. Mientras ese día no llegue las
guerras entre chiitas, sunitas y variantes de esas dos ramas principales del
Islam continuaran.
Mientras tanto
preservemos y fortalezcamos una Europa
laica, frenando los intentos de la Iglesia de Roma de sustituir la libertad de
las conciencias con la persecución penal de las conductas.La fe de los modernos pretendientes a inquisidores es débil. La mayoría de los servidores de Roma se conforman con un sueldo fijo, poder
realizar ejercicios de soberbia teatralizada los festivos a los que llaman
“misas dominicales”, y que unos pocos
privilegiados entre ellos puedan vivir en Palacios Arzobispales. Pero también
enseñemos a aquellos europeos de origen foráneo que han venido a vivir a una
Unión Europea laica y a ella se tendrán que adaptar. Cuando veo fotografías de mujeres con el rostro
tapado paseando por Melilla pienso que una de dos: o Melilla no pertenece a la
Unión Europea, y entonces no sé muy bien que hacemos ahí los españoles o sí pertenece ¿cómo
se consiente?