sábado, 27 de septiembre de 2014

Dialogo entre Jesús y Pilatos (II)



No todos mis  exorcismos tuvieron un final tan feliz. Días después, y precedido de la aureola que me había proporcionado el exorcismo de Magdalena, en otra miserable aldea de aquella inhóspita Galilea me solicitaron que exorcizara los demonios que atormentaban a un desdichado. Andaba desnudo  por los arrabales de la aldea y dormía en los sepulcros.  Pronto observé que si los males de Magdalena eran mera consecuencia de la obligada y no deseada abstinencia de varón, aquel desgraciado estaba sencillamente loco de remate. Siempre inspirado por mi amor al prójimo ayude en lo que pude a paliar sus males y le animé que vociferara y aullara a viva voz. Al cabo de una hora se calmó y quedó en silencio. Sin embargo una piara de cerdos que merodeaba por los alrededores se asustó de tal manera ante los gritos  que corrieron en estampida y se despeñaron por un acantilado, ahogándose en el mar sin remedio. Los aldeanos agradecidos entendieron que los demonios que atormentaban aquel desgraciado habían abandonado su cuerpo, y ocupando los de los gorrinos habían provocado su loca carrera y su muerte por ahogo. Me despidieron impresionados y bautice a varios recordándoles que siempre el poder de mi Padre era superior al Maligno. En honor a la verdad en la emotiva despedida me solicitaron que no honrara su modesta aldea con nuevos exorcismos, pues la piara era una de las fuentes de sustento de aquellas gentes.

Sin embargo meses después llegaron a mis oídos que de nuevo el enloquecido había empezado a aullar sin límite ni medida, provocando la dispersión de un valioso rebaño de ovejas, que sólo en parte se recuperó. Los aldeanos no confiaron en más exorcismos y  lo lapidaron sin piedad provocando su  muerte y que los demonios se quedaran sin cuerpo en el que habitar. De los demonios nada más se supo y aquel desgraciado fue enterrado con todo el ritual previsto en nuestras Sagradas Escrituras, pues a tenor de su paz y silencio, nada sorprendente si recordamos que estaba muerto, era claro que al fin Satanás había sido vencido.
Todo iba bien y yo predicaba el próximo Reino de los Cielos, pero para nada la rebelión contra Roma. De hecho cuando se me preguntó si había que pagar el tributo al Cesar les dije "que a Dios lo que es Dios y al Cesar lo que es del Cesar". Fue una formula un poco rebuscada, pero así hablamos los profetas, y era fácil entender que yo aconsejaba que  había que pagar los tributos a Roma.

 Como os decía Excelencia así era mi vida en la lejana Galilea hasta que los más exaltados de mis discípulos empezaron a insistirme en “que si  todos los grandes profetas habían predicado en Jerusalén”, “que si Zacarías había profetizado que el Mesías entraría en Jerusalén en un pollino”. Yo me resistía a ir a predicar a Jerusalén, pues una cosa era predicar entre aquellos campesinos de Galilea, y otra en Jerusalén, ciudad llena de escuelas rabínicas, fariseos doctos en las Sagradas Escrituras, e intrigas políticas. Pero tanto me insistieron que acepté. Compramos un burro y subido a él entre en Jerusalén. Mis discípulos y algunos de ésos que siempre se unen a cualquier grupo numeroso y entusiasta me recibieron con Hosanas y honras al que viene en nombre del Señor. No negare que me sentí halagado en mi vanidad ante aquel recibimiento y, aunque nunca estuve muy seguro, sentí que realmente podía ser un enviado de Yavé.

Como buen seguidor de la Ley que soy visité el Templo reconstruido. Grande fue mi decepción al verlo lleno de comerciantes y cambistas de monedas para hacer los preceptivos donativos. Tuve algunas palabras subidas de tono con ellos, nada grave pues no fue a mayores, aunque a alguno de mis discípulos más exaltados se le fue la mano. Y ahí empezó todo. Como su Excelencia sabe mejor que yo que las autoridades del Sanedrín obtienen pingues beneficios de las aportaciones dinerarias al Templo cuya finalidad es  dudosa, pues ya Herodes el Grande lo terminó de construir en su actual magnificencia y nadie sabe dónde van parar esas dádivas.

Como le decía a su Excelencia todos mis males empezaron en el lamentable episodio del templo. El Sanedrín vio en mí un enemigo de sus turbios negocios y cuando cenaba con los más allegados de mis discípulos me hicieron detener anoche. Me sometieron a un interminable interrogatorio, llenos de citas de las Escrituras, a las que yo respondía con otras citas de sentido contrario, ya le conté que las había leído con atención en mis tiempos en la carpintería, pues en  los Libros Sagrados siempre se encuentra lo que se busca. Aunque ya sé que su Excelencia es ajeno a nuestra fe, durante  el tiempo que ejerce su sabia magistratura en nuestras tierras, aunque sea por referencias, sabrá lo ricas y variadas que son nuestras Sagradas Escrituras. Ha sido una noche interminable, en la que no he podido pegar ojo, y ya de madrugada el tal Caifás, que parecía el jefe de ese tan cruel como hipócrita tribunal sentenció que me merecía la pena de muerte. Otro leguleyo le advirtió que la pena de muerte sólo la podía confirmar su Excelencia, y aquí estoy a la espera de su justa sentencia.

PILATOS. Váyase buen hombre, no se meta en más líos, y que no le vuelva a ver por aquí. Bastante tengo con aguantar las interminables disputas entre saduceos, fariseos, esenios y demás para que me cree  más problemas. Esta tierra  es un secarral que apenas produce riqueza lo que limita mucho, las por lo demás habituales comisiones que ingresan los prefectos, y no hay gente más picajosa que su pueblo, "que si no podemos desfilar en Jerusalén con los estandartes  del Imperio"," que los sábados no se puede trabajar"... en fin, cuando el divino Tiberio me nombró prefecto de Judea ya sabía yo que era un pésimo destino pero quién puede negarse al divino Emperador. Sólo espero acabar mi función aquí sin sobresaltos, y ser recompensado con un buen destino como las Galias o Hispania, ricas en minas de oro, con una población que adora sus antiguos dioses o a nuestro rico panteón de dioses, sin más complicaciones. Con este anhelado destino estaría cerca de Sicilia donde tengo una hermosa finca, que ahora explota un administrador sin mi directa vigilancia, y que seguro que se aprovecha de mi lejanía para apropiarse de los frutos de la finca, en mucho más de lo que le corresponde en justicia.

Y Jesús salió del palacio del prefecto, aspiró fuertemente el fresco de la mañana y partió de  nuevo a Galilea donde predicó algunos años hasta que murió al parecer víctima de una intoxicación de pescado en mal estado del Lago Tiberiades. No hubo pues ni Crucifixión y Resurrección. El judío romanizado llamado Pablo no tuvo Mito alguno en el que basar una nueva religión. En cuanto a Jesús en la detallada historia de  Judea de Flavio Josefo “Antiguedades Judías” se le dedico unas breves líneas, junto a otra decena de predicadores de la época, y el jesuadismo se diluyó con el tiempo en el nuevo judaísmo, surgido de la destrucción del Templo por los romanos, y la diáspora judía. La civilización siguió su evolución sin conocer lo que con los siglos se llamó Cristianismo.


Dialogo entre Jesús y Pilatos (I)



Lo que viene a continuación se trata de un mero ejercicio de imaginación, pues en términos puramente históricos es muy improbable que existiera ese diálogo con Pilatos , al parecer éste residía en Cesarea, por lo que no se sabe muy bien que se le había perdido en Jerusalén,  es dudoso que un prefecto romano dedicara su tiempo a razonar con un carpintero judío, y además según los Evangelios el legendario dialogo se celebró sin testigos por lo que terceros lo conocieran tampoco es  probable, pues Pilatos no se lo debió contar a los evangelistas y, en cuanto a  Jesús, salvo que se confesara antes de morir ejecutado, no tuvo ya oportunidad de hablar con nadie.

JESUS: Yo trabajaba en la carpintería de mi padre. Era un trabajo aburrido y rutinario y en mis ratos libres leía las Sagradas Escrituras. Un día oí hablar de un tal Juan Bautista que se proclamaba  enviado de Yavé y  bautizaba en el Jordán. Al no estar lejos el río Jordán de la carpintería me acerque por ahí y encontré un ambiente emotivo y lleno de exaltación, muy diferente al aburrimiento del taller. Me presenté al llamado Juan Bautista que no sólo me bautizó con  agua y frases solemnes sino que me trató con gran deferencia, pese a tener fama de iracundo. Le comenté que yo también me sentía llamado por Yavé y me aconsejó que me fuera al desierto a purificarme y que eso sería además una prueba para mí.

Así lo hice y estuve en el desierto diez o quince días, aunque luego conté que eran cuarenta para que se correspondieran a los cuarenta años de la travesía del desierto del Pueblo Elegido. El ayuno, el calor y el aburrimiento me provocaron visiones en las que se me aparecía hasta el mismísimo Satanás que me incitaba a tirarme de un pináculo para que los ángeles me recogieran en la caída. Como ya le dije era gran conocedor de las Sagradas Escrituras y no recordaba que ningún enviado de Yavé se hubiera lanzado al vacío por lo que no era seguro que los ángeles se dedicaran a estos menesteres y preferí pisar suelo firme.

En otra aparición me prometió todas las riquezas del mundo si le adoraba. Nunca he sido codicioso y además tuve presente que estaba ante el mismísimo Príncipe del Mal por lo que no había razón alguna para creer que cumpliera sus promesas, y me arriesgaba a hacer el ridículo postrándome ante él para nada. Así que le rechace con una contundente frase que posteriormente hizo fortuna “Vete  de mi, Satanás, porque escrito esta: al Señor Tu Dios adoraras y a Él sólo servirás.”

Acabados aquellos interminables días abandoné el desierto y lleno de fe y energía me acerqué al lago Tiberiades. Allí había algunos rudimentarios pescadores que llevaban una vida tan triste como la mía en la carpintería y mucho más pobre pues la pesca era escasa. Y no sólo era escasa, sino como como vuestra Excelencia sabrá el pescado de lago sabe a barro y en nada se puede comparar a las lubinas y doradas que a buen seguro honran su mesa en Cesarea. Siempre he sido elocuente y adornando mis predicas con unas cuantas citas de la Escrituras rápidamente conseguí que aquellos buenos hombres dejaran sus quehaceres y me acompañaran a enseñar la Buena Nueva.

Así anduvimos por Galilea más de un año. En unos sitios nos recibían con hostilidad y en otros con devoción invitándonos a comer y lavándonos los pies con selectos perfumes. Me proporcionó cierta fama que en nuestro diario caminar pasamos por un pueblo en el que daban por muerto a un tal Lázaro. Sus hermanas muy crédulas como es común en las mujeres me pidieron que como Mesías que era resucitara a su hermano recién fallecido.  Yo dudaba de mis auténticos poderes taumatúrgicos, pero ante sus angustiadas demandas acepté entrar en la habitación del muerto. Estuve  a su lado varias horas, y observé que expiraba aire con dificultad, sus labios resecos eran señal de una altísima fiebre. Le pase varias veces la mano por la frente y finalmente abrió los ojos. El descanso había disminuido la fiebre y finalmente se levantó .Sus hermanas gritaron de júbilo “que había resucitado”. Yo no estaba muy seguro que realmente hubiera muerto ni creo que él tampoco, pero debió pensar que ser un resucitado le daba un prestigio muy superior a una mera curación de unas fiebres. Así era nuestra vida no muy cómoda ni llena de riquezas, entre pedregales y campesinos ignorantes, pero lejos de la monotonía y la rutina de la carpintería.

Otro episodio de aquellos días de predica que también contribuyó a mi aureola mesiánica fue el exorcismo de una endemoniada. De nombre Magdalena sufría desmayos, espasmos, lanzaba gritos ininteligibles, y todo ello era atribuido por su familia y  vecinos a que estaba poseída por el Maligno. Me pidieron que gracias a mis poderes sobrenaturales expulsara de su cuerpo a los demonios. Me encerré con ella en su alcoba y recordando algún trato que tuve con mujeres en los ya lejanos días de mi vida en Nazaret pronto sospeché que aquellas demoniacas manifestaciones podían deberse a que soltera, joven, y puesto que nuestro pueblo es mucho intransigente en  las normas que deben regir el trato entre varones y hembras que según se cuenta ocurre en la lejana Roma, y que sin duda su Excelencia conoce mucho mejor que yo, como decía soltera, joven y porque no hermosa ,  privada de cualquier relación carnal con varones, deseaba intensamente éstas y la privación afectaba a su cordura.


No negaré  que tentado estuve de intentar calmar sus desvaríos con mi parte más humana, pero temía que incapaz de guardar un secreto como es norma entre mujeres se fuera de la lengua, y recordé que en las Sagradas Escrituras los enviados por Yavé jamás fornicaban con hembras y menos sin mediar matrimonio. Cierto es que Abraham lo hizo con una esclava pero eso era porque desesperaba de tener descendencia con su mujer de avanzada edad. Y aun así no es seguro que Yavé  viera con buenos ojos ese adulterio pues es sabida la dura prueba que le impuso ordenando matar a su amado y tardío hijo Isaac, deteniendo el infanticidio en el último instante. Temiendo por el futuro de mi misión salvadora si calmaba de tal manera sus ansías opté por aconsejarle un remedio que me dio a conocer una sacerdotisa fenicia. Antes de dormir debía friccionar suavemente esa parte femenina que imita nuestro órgano viril con sus dedos más delicados largo rato acompañándolo de unas fantasías acorde con esas sensaciones. Siguió esa noche mi consejo, al parecer en cuatro o cinco ocasiones, y a la mañana siguiente despertó mucho  calmada y serena. Todos alabaron mi exorcismo y con qué rapidez había expulsado de su seno a los demonios. Magdalena también me quedó muy agradecida aunque en nuestra despedida me indicó que le hubiera gustado un remedio más contundente a sus males y hasta hoy guardo un tierno recuerdo de aquel milagro.

miércoles, 24 de septiembre de 2014

La Monarquía y el juan carlismo (III)



En poco tiempo desde la llegada de los socialistas al Gobierno el Ejército dejó de ser un foco de atención política. Sin duda los diez millones de votos socialistas, el gusto amargo que debió dejar el fracaso del fallido Golpe, la profunda remodelación que se efectuó de los Servicios de Inteligencia  que por fin más que ser un nido de “golpistas” se convirtieron en los “ojos” del Gobierno en el  Ejército, convencieron a muchos militares que eran otros tiempos y que cualquier nueva conspiración estaba condenada al fracaso. Se terminó el “ruido de sables”. En 1986 España  ingresó en la Comunidad  Europea, al fin éramos europeos y no sólo geográficamente. Se inició en 1985 un ciclo económico expansivo, que  con alguna breve recesión, duraría hasta el año 2008 y que permitiría transformar sustancialmente la vida de los españoles. En ese nuevo marco la popularidad de Juan Carlos  alcanzó cuotas elevadas, Todo eran elogios a su persona en los medios de comunicación. Todos los partidos políticos del arco parlamentario mostraban siempre el máximo respeto a su figura. Sin duda fueron los mejores años de su vida después de la dureza de su juventud como “ahijado” de Franco, y con un padre tan inepto como errático, que constantemente le “daba la lata “con sus derechos dinásticos, a los que de “facto” había renunciado, cuando pactó con “el Caudillo” en el Azor, que Juan Carlos se educara bajo la tutela del Régimen. Las Olimpiadas, las cumbres Ibero-Americanas en las que tenía un papel simbólico relevante como único Monarca entre los asistentes, el buen trato que recibía en las cancillerías europeas y en los Estados Unidos contribuyeron a reforzar su proyección internacional.

En esos años se le consentían a Juan Carlos frivolidades como cuando la grave crisis internacional que provocó la invasión de Kuwait por Irak el 1 de agosto de 1990, no suspendiera sus vacaciones, como hizo el Presidente del Gobierno español y casi todos los Jefes de Estado occidentales. Él al contrario pasó el mes de agosto en Mallorca navegando y dedicando su tiempo a otros placeres estivales. Sin embargo pronto se olvidó, después de algunas prudentes críticas en la Prensa. Citó este acontecimiento como indicador de la benevolencia con que la opinión pública y la publicada trataban al Monarca.

A partir del año 2008 todo empezó a “torcerse”. Como ya escribí antes la crisis económica que empezó a manifestarse ese año, y que continúa sin concluir, generó un clima de descontento social que afectó a todas las Instituciones del Estado. Para las nuevas generaciones el papel del Rey en la Transición o en el fracaso del Golpe era historia aprendida en los colegios, y no experiencias vividas. El “tabú” que protegía su figura empezó a resquebrajarse en los medios de comunicación y empezaron a aparecer noticias menos respetuosas que antaño. La estocada final que le llevaría a su abdicación el 2 de junio de 2014 fue el conocido como caso Noos, que afecta de lleno a su hija Cristina y a su yerno Iñaki Urdangarin. Está pendiente la finalización del procedimiento judicial en el que ambos están incursos. Pero la sociedad española ya ha dictado sentencia: culpables. Y no sólo eso sino que buena parte de ella considera, con razón o sin razón, que las presuntas actividades ilícitas del matrimonio se realizaron con la aprobación tácita del Monarca o con su directo respaldo en ocasiones.

En pocos años su popularidad cayó en picado y con ella la de la Monarquía como Institución. En la primavera del 2012 un trivial incidente como que estuviera cazando elefantes en Botswana levantó una enorme ”polvareda”. Tampoco era para tanto. Los reyes en general siempre han sido aficionados a la caza. Además en Juan Carlos tal vez influyo las aficiones cinegéticas de su “padre político”. Ciertamente Franco nunca cazó elefantes, pero eso se debía a que jamás se desplazaba fuera de España y como todo el mundo sabe en la Península los elefantes se extinguieron hace miles de años. Tan grande fue el escándalo que al salir del hospital donde le atendieron de las lesiones que había sufrido al caerse por una escalera durante la cacería que se vio obligado a pronunciar las célebres frases”Lo siento mucho. Me he equivocado y no volverá a ocurrir.” Nunca precisó lo que no volvería a ocurrir: cazar elefantes, que le acompañara una ¿princesa? alemana o caerse por las escaleras. En cualquier caso esta humillante declaración para nada le sirvió. La confianza es como la leche derramada, cuando se derrama se pierde para siempre. En esas fechas Juan Carlos ya había perdido la confianza de los españoles. Después de dos años de “remar contra-corriente” abdicó. Con su renuncia al trono se cierra un ciclo histórico.

Su sucesor Felipe VI  ha sido educado y formado en un contexto de libertades públicas y por tanto en todos los aspectos es un Rey constitucional. Un Monarca en un sistema parlamentario debe ser honrado, austero, transparente en sus gastos… Tampoco cabe exigirle más. No puede, ni debe tener ningún papel en solucionar las graves crisis sociales o territoriales que afectan a España. Por emplear un símil extraído del mundo futbolístico; siempre se dice que el mejor árbitro de un partido es el que pasa desapercibido. Pues de la misma forma un Monarca Constitucional debe ejercer su función con la mayor discreción. El protagonismo mediático de su padre en los últimos años es un claro ejemplo que si un Rey tiene gran presencia en los medios de comunicación, en una democracia, casi seguro que es para mal.

Las primeras actuaciones de Felipe VI van en la buena dirección. Que no hubiera ceremonia religiosa en su coronación es un buen paso para terminar con la decimonónica Alianza entre el Trono  y el Altar. Cuando finalmente consigamos que el Estado Español sea autenticamente laico, la Monarquía deberá serlo también, independientemente de las respetables creencias privadas del Rey. También ha adoptado algunas saludables decisiones sobre la transparencia de los gastos de la Casa Real. No hay ningún motivo para temer, de momento, que mientras los españoles no decidamos cambiar nuestra forma de Estado, Felipe VI no vaya a cumplir adecuadamente su función de Monarca constitucional.

En cuanto al ya ciudadano Juan Carlos, con sus luces y sus sombras, creo que con el tiempo se le considerara uno de los mejores reyes de los más de quinientos años de desdichada historia de nuestro país. Tampoco el listón estaba muy alto.


La Monarquía y el juan carlismo (II)



  Dos años después de la aprobación de la Constitución. las circunstancias socio-políticas habían cambiado a peor. Una grave crisis económica, la actual no es la primera de la democracia, cientos de asesinatos de E.T.A en pocos años…También había cambiado el contexto internacional, que nunca se debe olvidar. En la potencia líder de Occidente ya no está la Administración demócrata de Carter, como en 1977, sino el Presidente Reagan, que especialmente en su primer mandato, mantendría en muchos aspectos posiciones de extrema derecha. En estas circunstancias el “ruido de sables”, que había empezado a sonar desde la destitución de Arias Navarrro como Jefe de Gobierno en julio de 1976, se intensifica. Juan Carlos frena los ímpetus golpistas, pero también asume prerrogativas en el ámbito militar muy superiores a las que le otorga la Constitución. No siempre las ejercerá prudentemente. Sus frecuentes entrevistas con generales, sin la presencia o al menos el consentimiento del Presidente de Gobierno democrático, fomentaba una relación directa Rey-Militares, que situaba a Suarez, odiado por “traidor” por buena parte del Ejercito, en una posición de debilidad.

En ese clima político –militar se efectuó el fallido Golpe de Estado del 23 de febrero de 1981. Sobre este acontecimiento crucial de nuestra historia reciente las valoraciones del papel de Juan Carlos en él mismo varían sustancialmente según las opciones políticas de quién las haga.
Sintéticamente se pueden resumir:

        a.) La extrema derecha, al igual que mantuvieron los procesados por la intentona, menos el general Armada, afirman que el Rey dio “ luz verde” al golpe, siendo su militar de confianza, el mencionado Armada, quién transmitió la consigna a los militares encargados de ejecutarlo: Milans del Bosch, Tejero…

       b.) La derecha e izquierda moderada no sólo rechazan que el Rey tuviera cualquier influencia en el Golpe, sino que le atribuyen un papel esencial en su fracaso.

        c.)   La extrema izquierda, desde una posición lógicamente contraria al golpe, coincide en considerar al Rey su impulsor en la sombra. Aún hoy se dice en alguna cadena de televisión que “todavía falta mucho por saber de lo que pasó realmente el 23 de febrero.”

En mi opinión la valoración de aquellos acontecimientos de la extrema derecha e izquierda es falsa y la de los moderados  matizable. Que Juan Carlos fuera instigador del golpe es una suposición que se refuta por la sencilla evidencia que, con el Gobierno y el Parlamento secuestrados, él y sólo él podía detener el Golpe de Estado.

Insistiré en algo que ya escribí anteriormente. A los Capitanes Generales de las distintas regiones militares en su totalidad, o casi, la Constitución se les daba ”tres cominos”. El Capitán General de Madrid, Quintana Lacacci, al parecer declaró posteriormente “si el Rey esa tarde me dice que salga con mis unidades, me pongo en el primer tiempo de saludo y salgo”. Quintana fue una figura fundamental para que fracasara el Golpe al impedir que la División Acorazada Brunete tomara Madrid. En resumen es excesivamente complicado explicar de forma convincente que  Juan Carlos por activa o por pasiva respaldará un Golpe de Estado que él, casi de   forma personal, hizo fracasar.

Dicho lo anterior, probablemente ejerció con mucho celo su papel de muro de contención de la democracia frente a los militares. Ya su abuelo Alfonso XIII , que tuvo mucha dedicación a las cuestiones militares,  a diferencia de su nieto, acabó dando legitimidad al Golpe del general Primo de Rivera . Que el final de la dictadura de Primo condujera al derrocamiento de la Monarquía y la proclamación de la II República, como antecedente histórico pudo contribuir a la lucidez de Juan Carlos en instantes decisivos.

Las cenas, sin testigos  presentes, que el entonces Rey realizó con un hombre clave en el golpe del 23-F, como lo fue Armada, en el Valle de Aran y tal vez alguna entrevista en la Zarzuela, con el curso de los acontecimientos se  desvelarían como extraordinariamente imprudentes. En los días siguientes a cada encuentro privado con el Rey, Armada se desplazaría a Valencia para entrevistarse con Milans. Lo fundamental de lo tratado en estos encuentros no se conoce con claridad, pues las versiones que Armada y Milans dieron en el proceso jurídico-militar que siguió al fracasado golpe fueron contradictorias. Puesto que ambos han muerto nunca sabremos más. Lo que es un hecho cierto es que Armada consiguió la promesa del Rey de recuperarlo de su “destierro” en Lerida y fue nombrado, con la oposición de Suarez, Segundo Jefe del Estado Mayor del Ejército de Tierra. Este destino era idóneo para las enormes ambiciones de Armada. Si el Rey pretendía con este nombramiento que Armada controlara y le informara de los conocidos movimientos golpistas  en el Ejercito, por emplear un refrán popular, “puso al zorro a cuidar de las gallinas,”

El 10 de enero de 1981 se entrevistaron por última vez los dos generales, antes del día decisivo. Ocho días después de la entrevista Milans  reunió en un piso de Madrid a lo que sería el núcleo dirigente del Golpe. Prudentemente Armada excusó su presencia y no asistió a la reunión. Al ser más los presentes se conoce con mayor precisión lo tratado en la misma. El operativo del Golpe. Milans tomaría Valencia, Torres Rojas, antiguo general al mando de la División Acorazada Brunete, desplazado a La Coruña por cautela democrática, retomaría el mando de la División, con el apoyo de  Jefes afines como San Martin y Pardo Zancada, y ocuparía Madrid .Finalmente  Tejero secuestraría al Congreso y al Gobierno. El 23 de febrero sólo fracasaría Torres Rojas, y con su fracaso el Golpe.

Muertos Armada y Milans sólo Juan Carlos conoce parcialmente lo tratado en estas entrevistas tan confidenciales como determinantes. Y no creo que el antiguo Monarca tenga interés en contar lo que habló con su antiguo tutor Armada, treinta y tres años después. De lo que pasó el 23-F se saben bastantes cosas, otras se pueden suponer y algunas seguramente no se sabrán nunca. En mi opinión el astuto y ambicioso Armada engañó, hasta cierto punto al Rey y a Milans. Posiblemente, más o menos convenció al Monarca que un Gobierno Constitucional, de concentración nacional, presidido por él, podría ser la solución a la grave crisis que atravesaba España, y que Suarez era incapaz de solventar. Sin duda le ocultó sus contactos con los golpistas. A Juan Carlos le falló en su trato con Armada el fino olfato político del que tantas veces ha hecho gala.

A los golpistas les transmitió la aprobación regia para hacer lo que lo que hacía años deseaban hacer, de hecho Tejero ya lo había intentado en 1978 con la fracasada operación “Galaxia” : dar un Golpe de Estado que acabara con la democracia.  Milans y por boca de él los otros jefes del “cuartelazo” oyeron lo que querían oír, sin que les interesara lo más mínimo comprobar su veracidad. Prueba de ello es que Milans, Capitán General de Madrid, de grado militar Teniente General, por tanto de más rango que Armada que era General de División, fácilmente podía solicitar audiencia con el Rey y comprobar si lo que le contaba Armada sobre la aprobación regia al Golpe que él iba a dirigir era cierta o no. Nunca lo hizo.

Fracasado el Golpe fueron condenados a prisión sus principales ”cabecillas”, y a consecuencia de ello expulsados del Ejercito. En octubre de 1982 se produjo la aplastante victoria electoral del PSOE. El nuevo ministro de Defensa Narcis Serra realizó desde que accedió al Ministerio una excelente política militar, para terminar con los rescoldos golpistas en las Fuerzas Armadas, y por fin conseguir que  el Ejército español fuera lo que debía ser, y hacía muchos años que no era: una Institución más del Estado, y no un poder autónomo y amenazante dentro del Estado.


martes, 23 de septiembre de 2014

La Monarquía y el juan carlismo (I)



Mi intención inicial era escribir sobre la reaparición en el debate político nacional de las distintas opciones de Forma de Estado: Monarquía o República. Todas las encuestas de opinión señalan que en los dos últimos años se ha convertido la República en la opción preferida de Estado de importantes, aunque minoritarios, sectores de la sociedad española. Sin embargo, por razones que explicaré inmediatamente esta cuestión es inseparable de la pérdida de prestigio del anterior Monarca, proceso que concluyó con su reciente abdicación.

La opción republicana es particularmente notoria en la izquierda. Izquierda Unida y su Partido matriz, el Comunista, se proclaman abierta y beligerantemente republicanos. Podemos, como siempre no dice nada concreto que se salga del guion de “lo que quiera la gente”. Incluso en el PSOE, después de muchos años, desde mas de treinta y cinco, se oyen voces que reivindican el alma republicana del Partido.

Que la cuestión Monarquía o República se sitúe, sólo hasta cierto punto, en el debate político obedece a muchas causas. No es la menor el descrédito de todas las instituciones del Estado en los últimos años, con motivo de la  larga y profunda crisis económica nacional que finalmente se ha transformado en social y política. Como consecuencia de la crisis y por razones específicas ha habido un intenso deterioro de la figura  de Juan Carlos I. Siempre se ha afirmado que España era más que monárquica, juan carlista, por lo que la pérdida de prestigio de Juan Carlos ha conllevado él de la Institución. Tiene su lógica. La Monarquía en España no tiene la tradición y consolidación de la británica por ejemplo, donde los reyes se suceden desde hace tres siglos como las estaciones en el año. Uno detrás de otro. En los dos últimos siglos desde Fernando VII que falleció en 1833, sólo Alfonso XII  ha muerto siendo rey, a la temprana edad de veintiocho años. En estos casi dos siglos ha habido dos Repúblicas, cuatro Regencias, un Monarca extranjero que huyó a los dos años de reinado, espantado de ver donde se había metido, cuarenta años de dictadura militar… No existe en España  el poso monárquico que sedimenta la tradición.

Por experiencia familiar directa sé que la valoración del antiguo Rey no es la misma entre aquello que ya éramos mayores de edad en 1975 y las nuevas generaciones. Como no podía ser de otra manera voy a escribir las próximas líneas de acuerdo a mis experiencias y vivencias políticas des pues de la muerte de Franco.

Franco falleció el 20 de noviembre de 1975, como es de general conocimiento. Muerto el dictador es proclamado, dos días después, Juan Carlos Rey, y por tanto Jefe de Estado. Jurando los Principios del Movimiento en su proclamación como Monarca, en un solemne Pleno de las Cortes franquistas se cumplía lo que Franco siempre recordó, que no se trataba de una Restauración, sino de la Instauración de una nueva Monarquía basada en los Principio del 18 de julio. Juan Carlos asume en esos momentos los extraordinarios poderes que la legislación vigente entonces atribuía al Jefe del Estado.

A partir de ese momento se inició un complejo fenómeno político, que se conoce como la Transición, que permitió que un año y medio después se celebren las primeras elecciones democráticas en España en cuarenta años. El Partido Popular y los medios de comunicación afines al mismo tienden a exagerar el papel del Monarca en ese proceso convirtiéndole en el “Padre” de la democracia española. Fue sin duda una figura clave en el proceso. Pero sería simplificar la historia no tener en cuenta otros factores básicos de la rápida transformación pacífica de la dictadura a la democracia. En la evolución de los acontecimientos en ese año y medio tuvieron un papel importante la presión democratizadora de las amplias movilizaciones sociales, sindicales y políticos que sucedieron en  esos meses. Otro factor nada desdeñable es  el interés del sector más dinámico de la burguesía española en que se crearan las bases políticas para que España pudiera ingresar en la Comunidad Europea. Finalmente no se debe desdeñar el diseño que las grandes potencias occidentales, fundamentalmente Estados Unidos y Alemania, habían trazado para la España post-franquista: una democracia estable, en la que todos los Partidos que normalmente formaban parte del arco parlamentario en los países vecinos fueran legales, incluido el Comunista, pero sin que éste último tuviera ninguna posibilidad, por la vía que fuera, de acceder al Gobierno. Con la perspectiva actual este último considerando puede parecer una forma sutil de imperialismo, pero era la Guerra Fría, y esas eran las reglas del juego.

Cuando en diciembre de 1978 se aprueba por amplia mayoría la Constitución, la casi totalidad de la sociedad española se identificó con ella. Sólo buena parte del Ejercito, un sector de la Iglesia, núcleos residuales del antiguo Movimiento y de los sectores económicos beneficiados por el franquismo y los independentistas vascos que apoyan a la organización terrorista E.T.A. rechazan la Monarquía Constitucional. Esta fracción del Ejército, en el que la práctica totalidad de sus generales habían sido oficiales franquistas durante la Guerra Civil, será el principal y más peligroso foco de oposición a la naciente democracia.

En relación al Ejercito , Juan Carlos será un personaje fundamental en la política española de esos años. No está de más recordar que Franco, venerado entonces por muchos militares, había escrito en su Testamento “:Os pido que rodeéis al futuro Rey de España, del mismo afecto y lealtad que a mí me habéis brindado”. Esa exigencia póstuma de fidelidad al Rey de su idolatrado Caudillo planteaba un dilema de difícil solución a los generales potencialmente golpistas. ¿Cómo acabar con la democracia española, que al ser una Monarquía Constitucional, conllevaría inevitablemente el hacerlo rebelarse contra el Rey?