lunes, 3 de noviembre de 2014

La Religión en Occidente


Hace dos mil años, en la convulsa Judea sometida al Imperio Romano, hubo un  profeta que predicó por aquellas áridas tierras. No sabemos lo que predicó, y casi seguro nunca lo sabremos. No escribió nada conocido hasta hoy, y los relatos de su prédica son muy posteriores a su muerte. Los escribieron personas que no lo habían conocido y de los que tampoco nada cierto se sabe. Ese predicador, al que llamaron el Cristo, que en griego es más o menos el equivalente a el “Ungido”, probablemente fue ejecutado por los romanos, por causas desconocidas. Murió crucificado, que era una de las formas de ejecución más habituales de los romanos.

Un pequeño grupo de sus seguidores se negó a aceptar su muerte, tal vez porque habían depositado demasiadas esperanzas en él, y creyeron que había resucitado. Pocos años después de este acontecimiento, un judío romanizado conoció a esos leales adeptos. Poco le importó el “mensaje” de su Mesías. Seguramente no le servía para sembrar la semilla de  una religión de ambición universal, apta para los gentiles, las enseñanzas de un profeta que  vivió en el marco espiritual de  la religión del Pueblo Elegido: el judaísmo. Ese judío romanizado se llamaba Pablo de Tarso y la planta que creció se llamó cristianismo, aunque muy bien se podía haber llamado “pablismo”. Dos milenios después pocos iconos hay más universales que el los del judío agonizando en la cruz. En realidad poco importa lo que enseñó el pobre campesino o carpintero judío. Lo que importa es la realidad histórica  que ha supuesto el cristianismo, a lo largo de dos mil años en Europa y desde hace quinientos años en América.

No se trata de resumir en unas pocas líneas un fenómeno tan largo en el tiempo como extenso en su ámbito geográfico como ha sido el cristianismo. Para esta función hay muchos y buenos libros. En esa historia hay luces, sombras y bastante sangre, mucha sangre. El cristianismo ha tenido su crecimiento, apogeo, decadencia y muchas de sus creencias viven el ocaso de todos los fenómenos humanos. Desde los decretos de los emperadores romanos Constantino y Teodosio se convirtió en una religión de Estado.  Situó su capital en Roma. Desde allí el Supremo Pontífice ha dominado, cual emperador espiritual, la conciencia, y lo que es más importante la vida de millones de hombres a los largo de los siglos.

España como Italia, Portugal, Irlanda o Polonia han vivido y sufrido con particular intensidad el poder de Roma. En nuestro país sólo desde fechas muy recientes el catolicismo se ha empezado a convertir en una respetable creencia privada y no en el rector de la vida civil de los españoles. Aún queda camino que recorrer pues ese fúnebre icono del Crucificado figura en colegios públicos, ceremonias de autoridades civiles; en demasiados lugares. La Iglesia católica todavía controla parte de la enseñanza pública, a través de la enseñanza concertada, goza de exenciones fiscales; y sobre todo recibe generosas subvenciones con las que mantener la burocracia eclesiástica. La obra iniciada por Mendizábal en 1836 está inconclusa.

Pero la maldición de la agobiante presencia religiosa en la vida civil no se acaba con la imparable decadencia del catolicismo. Incrustados en nuestras comunidades y al otro lado del Mediterráneo, el mismo Dios de los cristianos, el del Génesis, versión mahometana, rige  la vida y costumbres de millones de hombres

En  nombre de Alá , forma hispánica de referirse a la palabra árabe Al-lāh que significa Dios, se asesina a poblaciones enteras, se devuelve a la mujer a la esclavitud medieval, se coarta las libertades civiles…. El rosario de guerras civiles, religiosas, y políticas, al mismo tiempo, que desangran los países árabes nos recuerdan a donde lleva el fanatismo religioso y los males que generan las creencias religiosas cuando dejan de ser legítimas opciones personales y  pretenden ser el sustento de las leyes civiles. Es triste reconocerlo pero la ilusionante “primavera árabe” se ha convertido en el otoño de las ilusiones de un mundo árabe democrático y en paz.

En los años sesenta surgió como alternativa a la pobreza y la desigualdad social de muchos países árabes el llamado socialismo árabe. Ayudados económicamente y militarmente por la Unión Soviética el colapso de ésta ha supuesto el final de ese socialismo árabe, que de todas formas había ya degenerado en autocracias, con una fuerte presencia del Ejército. Muchos de estos antiguos países socialistas viven hoy guerras civiles político-religiosas como Irak y Siria o en el caos sin Estado como Libia. Es fácil observar el crecimiento del fundamentalismo islámico en el mundo árabe, incluso en sociedades otrora fuertemente laicas como la palestina Las clases medias urbanas, bastión del laicismo en estos países, están acosadas por una marea creciente de fanatismo islámico. Siendo realistas sólo el Ejército permite que  algunos países árabes como Egipto, Argelia o Marruecos se mantengan relativamente estables, sin duda conformando estados a los que difícilmente podríamos llamar democráticos. Esperemos que con el tiempo evolucionen hacia la democracia, como al parecer es el caso, casi único en el mundo árabe, de Túnez.

Pero lo que no debemos hacer,  dejándonos llevar por una tolerancia mal entendida, es permitir que en nuestros países se creen mini-califatos. El “burka” es una aberración y en Occidente hombres y mujeres no vamos por la calle encapuchados. Si en el menú de la comida de un colegio público un día hay lomo con habas no se puede hacer una comida aparte para los niños islámicos por razón de no se sabe que enseñanza del Corán. Los matrimonios concertados atentan a la libertad individual del ser humano, que es la base de una sociedad democrática Y así hay muchos ejemplos Acudan el viernes a la mezquita, recen  o lo que sea que se haga  en las mezquitas, y mantengan en la intimidad sus costumbres si así lo desean. Pero no exijan más. Han venido a Occidente porque han querido. Y aquí nos ha costado mucho acabar con las supersticiones cristianas para volver a empezar con otras.

Lo que se llama tolerancia, a veces es una forma benévola de esconder el miedo. Sin irme muy lejos recuerdo que hace un año o dos hubo gran polémica  en una falla en Valencia porque habían reproducido al dios Shiva o algún otro dios hindú. La colonia hinduísta en Valencia protestó airadamente para que no se quemara. Finalmente no se hizo. Hubo en los diarios locales discusiones sobre si debía prevalecer la libertad del artista fallero o el respeto a las creencias religiosas de cualquier minoría. Yo de entrada simpatizaría más con los primeros. Pero ¿en cuántas fallas se hacen “ninots" de Mahoma?¿o de Jesús el Nazareno? La libertad del artista o es total o no existe y  desde el momento que se admite una auto-censura se pierde autoridad moral para reclamarla.

El miedo al fanatismo islámico no es exclusivo de nuestras tierras. En una entrevista el director de la BBC británica fue preguntado por un programa fuertemente satírico de la cadena  con la figura de Jesús. A continuación le preguntaron si pensaba que era probable que emitieran otro programa, de similares características sobre la figura de Mahoma. En un rasgo de sinceridad el británico contestó que no.

Lo que pretendo recalcar no es ni una manifestación de islamofobia , ni nada por el estilo. Estoy dispuesto a admitir que es indemostrable racionalmente que una sociedad laica como la europea es superior a una sociedad fundamentada en el cumplimiento del Corán. En aspectos cuantificables como son el P.I.B por habitante o la ausencia de guerras parece evidente la superioridad de Occidente. Sin duda un fundamentalista islámico, de acuerdo a su jerarquía de valores, podría contestar que de nada sirve el P.I.B., o la paz, si se fundamentan en la impiedad y en no cumplir las reglas de conducta del Corán. Pero los valores, que con sus variables nacionales rigen en la Europa Comunitaria, son más o menos similares y son muy lejanos al Corán y sus enseñanzas. El Corán podrá ser un libro de estudio y reflexión en las madrasas, siempre que no se extraigan de esas lecturas reglas de conducta que lleven al terrorismo, pero nada más y nada menos.

Como ya escribí anteriormente posiblemente  la intolerancia  creciente de las sociedades islámicas provenga del fracaso de la adaptación a ellas de ideologías occidentales como es el socialismo, del rencor hacia Occidente como consecuencia de los  agravios sufridos por esos pueblos por el colonialismo europeo, de la implantación en el corazón del mundo árabe de un Estado ajeno y hostil como es Israel…. Muchas deben ser las causas y seguramente todas verdaderas. Pero la consecuencia es una religión que se parece a lo que fue la cristiana en la Europa de los siglos XVI y XVII. En años, tal vez en siglos, la religión se retire de la vida pública a  la conciencia de los hombres de esos países. No estoy seguro si esta evolución es  compatible con los principios básicos del Islam. Mientras ese día no  llegue las guerras entre chiitas, sunitas y variantes de esas dos ramas principales del Islam continuaran.


 Mientras tanto  preservemos y fortalezcamos una Europa laica, frenando los intentos de la Iglesia de Roma de sustituir la libertad de las conciencias con la persecución penal de las conductas.La fe de los modernos pretendientes a inquisidores es débil. La mayoría de los servidores de Roma se conforman con un sueldo fijo, poder realizar ejercicios de soberbia teatralizada los festivos a los que llaman “misas dominicales”, y que  unos pocos privilegiados entre ellos puedan vivir en Palacios Arzobispales. Pero también enseñemos a aquellos europeos de origen foráneo que han venido a vivir a una Unión Europea laica y a ella se tendrán que adaptar. Cuando  veo fotografías de mujeres con el rostro tapado paseando por Melilla pienso que una de dos: o Melilla no pertenece a la Unión Europea, y entonces no sé muy bien que hacemos ahí los españoles o sí  pertenece ¿cómo se consiente?